Alejado del trono por voluntad propia, Alessandro Diomedi no esperaba verse obligado a volver a Maldinia para suceder a su padre. Ni tener que casarse con la mujer que estaba destinada para él.
Entrenada desde la infancia para ser la perfecta reina, por fin había llegado el momento de que Liana Aterno cumpliese con su deber, pero Sandro no era ya el joven al que recordaba, sino un hombre cínico y amargado que, sin embargo, encendía en ella una pasión inusitada.
Cuando su primer beso demostró que aquel podría ser algo más que un matrimonio de conveniencia, Sandro decidió liberar la pasión que su misteriosa reina escondía bajo ese frío exterior.
*ALERTA DE SOPILERS
Terminando de leer esta novelita, puedo decir que la he acabado con una sonrisa en el rostro. Si me piden describirla, digo que es una novela rosa muy bonita, con un tema que no es novedoso pero si planteado de una forma especial, con diálogos frescos y unos personajes que sacan una sonrisa en más de una ocasión. Estamos tratando con una historia sencilla: un rey que ha llegado al puesto sin quererlo realmente, y que por añadidura, descubre que ya hay una candidata para el puesto de reina. Alessandro es ese rey que ha decidido ocupar su lugar y hacerse con las responsabilidades que una vez abandonó; Liana es la princesa perfecta que está dispuesta a ser la compañera que él necesita ahora. Todo bien hasta aquí, excepto porque nada es lo que parece realmente, los dos quieren y son mucho más que esa imagen que han dado a todos.
Describiendo primero a Liana, es una protagonista fuerte y sentimental aunque se pasa la mitad de la novela negándolo, o más bien huyendo de sus propios sentimientos. Cuando Alessandro regresa para ser el rey, su nombre es el primero que suena para ser su consorte, porque es una mujer educada, bondadosa, sin manchas en su pasado, prácticamente perfecta. Pero es justo esta imagen de perfección el disfraz que usa Liana para ocultar su verdadera identidad: debajo de esa fachada perfecta y distante que ofrece, se esconde una mujer tímida, con una intensa sed de amor y aceptación. Y esta identidad secreta y adormecida que está en ella empieza a despertar en la primera oportunidad que tiene para socializar con Alessandro, que es una cena sólo para los dos.
Sandro sacó un mejillón de su cáscara con los dedos y, después de sorber el líquido, comió la suculenta carne. Pero se dio cuenta de que Liana no había empezado a comer.
–¿No te gustan los mejillones?
–Seguro que están deliciosos –respondió ella, tomando el tenedor para sacar un mejillón de su cáscara...sin éxito.
Era un plato que requería usar los dedos y Sandro se echó hacia atrás en la silla, esperando ver qué hacía su futura esposa.
*****
–¿Crees que podrás comer alguno? –le preguntó.Ella clavó el tenedor en un mejillón, lo sacó con cierto esfuerzo y se lo metió en la boca, masticando decididamente.–¿Eso es lo que podríamos llamar un compromiso? –bromeó Sandro.–Yo lo llamo «necesidad». Tenía que comer.
A partir de aquí, es cuando vemos que Liana empieza a tener problemas para mantener esa imagen serena y perfecta, y es justamente porque el rey no pierde oportunidad para despertar en ella cualquier emoción.
–¿Eres virgen? –le preguntó Sandro abruptamente. Y, por fin, Liana lo miró, casi enfadada.
–Por supuesto que sí.
–¿Por supuesto? Tienes veintiocho años. No esperaba que te hubieses reservado para el matrimonio.
–Pero así es. Siento mucho que sea otra decepción para ti.
Esto deja a Liana asombrada y curiosa a la vez, pues nadie nunca había conseguido despertar ninguna emoción en ella, y este hombre que ahora busca provocarla y animarla a expresarse no es lo que ella esperaba del rey distante con quien se casaría por conveniencia. Más adelante ya casados Liana también descubre que su marido es un hombre amable, atento, generoso y apasionado, un hombre al que ella busca resistirse con todas sus fuerzas pero que sabe que terminará ganándose su corazón.
En cuanto a Alessandro el rey, es Sandro, un hombre marcado por una infancia dura y vacía, que acepta su lugar en el trono, resignado a cumplir con su deber y a casarse con Liana, la mujer perfecta que todos quieren que tome como reina. Pero es justo esa “perfección” lo que no termina de convencer a Sandro, no puede evitar sentirse atraído por esta “princesa de hielo”, como él mismo la describe, y no duda en aprovechar cada ocasión que tiene para provocarla y despertar en ella ese mismo deseo que él está sintiendo por su futura reina.
¿Qué haría, se preguntó, si se dejase llevar por el instinto? ¿Cómo respondería aquella princesa de hielo si la tomaba entre sus brazos y la besaba hasta dejarla sin aliento?
Casi como si hubiera leído sus pensamientos, ella levantó la barbilla, con un reto en los ojos de color violeta. Bien. Sandro quería ver alguna emoción, quería sentir algo real en ella, fuese por nerviosismo, humor o pasión.
Pasión.
Ya casados y con cada nueva oportunidad que tiene para provocar a su esposa, descubre que Liana es en verdad una mujer sincera, altruista, con un episodio doloroso en su pasado que la ha marcado profundamente y por lo cual no desea sentir nada pues le aterran los sentimientos, especialmente el amor. Todo esto despierta en él un lado protector y cariñoso, pero principalmente reaviva su anhelo de amar y ser amado
Él no había querido aquel matrimonio porque pensó que Liana era como otras mujeres que había conocido. Como su madre, como Teresa. Pero sospechaba, sabía en realidad, que ella no era así. Había demasiado miedo y vulnerabilidad en esos ojos de color violeta. Liana tenía miedo y quería saber por qué. Quería saber cuáles eran sus miedos y ayudarla a superarlos. Quería, se dio cuenta entonces, derretir a su helada esposa.
Esto último es algo que se vive reprochando casi la mitad de la novela, pues durante su infancia y adolescencia sufrió mucho por la falta de afecto por parte de sus padres, algo que lo impulsó a abandonar el trono, y ya adulto también vivió la traición de su primer amor, por lo que se considera bien escarmentado en cuanto al amor se refiere. Pero al mismo tiempo, no puede evitar admirar a Liana, querer ayudarla, saber más de ella, hasta que termina enamorándose de su esposa, aunque no se atreve a confesarle sus sentimientos porque se cree indigno de ella, inmerecedor de su amor.
–Quiero respuestas.
–Y te las daré. Sabes que ayer dijiste que parecías Cenicienta...
–Sí.
–Eres Cenicienta, Liana. Viniste al castillo para casarte con el príncipe, pero no era tu príncipe azul, sino más bien un imbécil.
Por supuesto, es Liana quien le hace cambiar de parecer, demostrándole con su dulzura, su inocencia y su confianza que no sólo puede ser el rey que necesita su país, sino también el hombre que ella sin saberlo ha estado buscando toda la vida.
En cuanto a los secundarios, destacan el hermano de Sandro, Leo y su esposa Alyse, pareja que prestará su ayuda a los nuevos monarcas no sólo para asimilar sus obligaciones, sino también para encaminar su matrimonio y aceptar el amor en sus vidas.
Como curiosidad: Buena parte de la novela se habla del escándalo que suscitó el matrimonio de Leo y Alyse, que al principio intentaron hacerse pasar por enamorados y que luego quedó en claro que el amor surgió después del matrimonio.
*NOTA: La novela de Leo y Alyse se titula "El príncipe soñado". El problema es que Harlequin Ibérica no etiquetó la serie "The Diomedi Heirs" (Los Herederos Diomedi) "El príncipe soñado" VA ANTES que "Una Reina enamorada"
Valoración: 9/10
Reseña gracias a Karlina
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